"Tengo muchas cosas que decir y he perdido la fe en lo que
quiero decir. Ya no sé cuál es el camino que mis palabras deben tomar. Se
acumulan en mis labios, o mejor dicho en mis dedos. He perdido la capacidad de
pronunciar sentimientos. Son demasiado reales cuando los digo en voz alta, por
eso ya no los digo. Me gusta la irrealidad. He llegado a pensar en ciertos
momentos que no estaba viviendo, he llegado a sentir que una escena real era un
sueño, o que formaba parte de una serie o de una película.
Y nada de lo que diga en esa realidad es real, y estoy
cómoda en esa sensación. Lo que no es real no puede herir. ¿O si? No, no puede,
lo que duele es el despertar y descubrir que si, que lo que pasaba pasaba, que
ese momento no va a volver y lo has perdido porque has decidido taparlo con
algo más simple.
Y es que ya no sé hablar, de verdad. Muchas noches me ahogo
y quiero decir que me duele, y quiero contar por qué pero no sé dónde he metido
mis palabras. No sé si conseguiré poder hablarle a alguien de lo que realmente
siento, aunque carezca de sentido. Por eso escribo, porque al escribir no tengo
que hablar y no tengo que contárselo a nadie. Y porque al escribirlo puedo
borrar y reescribir. Al escribir puedo hacerte dudar de qué es real de todo esto."